Sueños que no son sueños

El título está inspirado en la película "Cuentos que no son cuentos".

Estaba en la playa con mis amigas. Charlábamos y merendábamos apoyadas sobre nuestros pareos. El mate giraba y los paquetes de galletitas se vaciaban. Alrededor había mucha gente, como casi todas las tardes soleadas en la costa argentina.

Agaché mi cabeza para buscar con la mirada las galletitas que se encontraban sobre un pareo y antes de poder visualizar el paquete, vi mi pecho desnudo, estaba sin la parte de arriba de la malla. Era como si estuviera en una playa en la que la gente hace topples o es nudista. Pero no, estaba en la costa argentina. 

En tan solo unos segundos me puse muy nerviosa y mi respiración se aceleró, no sabía qué hacer. No entendía nada. ¿Se me habría caído la malla? ¿Cuándo? ¿Cómo no me habia dado cuenta? ¿La habría perdido? Estaba paralizada.

Mientras tanto mis amigas seguían charlando y pasando el mate. Parecía como si no se dieran cuenta de lo que me sucedía, ni se inmutaban. tal vez me estaban gastando una broma. La gente alrededor tampoco notaba que estaba sin corpiño, nadie me miraba de forma extraña. O tal vez eran todos cómplices de la misma broma. ¿Toda la gente de la playa se habría puesto de acuerdo para molestarme? Pero no era gracioso, yo la estaba pasando mal, muy mal. Mi ansiedad estaba en un creciente ascenso y no me permitía tomar ninguna decisión de forma racional.

Pasaron unos minutos; o tal vez unas horas o tal vez tan solo unos segundos; de mucha incertidumbre, hasta que finalmente me pude calmar y agarrar algo para ponerme. No recuerdo si encontré la parte de arriba de la malla en algún lugar o si me puse alguna remera o buzo. Pero la cuestión es que pude solucionar el problema y me tranquilicé. Lo extraño es que todo siguió como si nunca hubiese sucedido nada.
El episodio pasó y nunca más volví a pensar en ello, hasta que unos meses después me volvió a suceder lo mismo. Si, exactamente lo mismo. A partir de ese momento la extraña historia se repitió varias veces más, siempre pasaba lo mismo y lo único que cambiaba era el lugar y la gente. Yo reaccionaba igual: no entendía nada, me ponía nerviosa, me daba ansiedad. Hasta que finalmente lo solucionaba y era como si nada hubiera sucedido.
La semana pasada me volvió a pasar. Pero en el momento en que me di cuenta que no tenía la parte de arriba de la malla puesta no entré en pánico, esta vez me sucedió algo distinto: me di cuenta que estaba soñando.

Si estaba soñando entonces no era grave que estuviera sin malla ya que la gente que me veía en realidad era producto de mi imaginación, razoné. En aquel mundo de los sueños ninguno de mis actos tendría consecuencias reales, cuando me despertara el episodio sería, con suerte, un vago recuerdo.

Entonces me relajé, pues asi como me había dado cuenta de que todo lo que estaba sucediendo era inventado por mi cabeza, del mismo modo podría inventar la solución a mi problema. Así que me imaginé un corpiño de malla y éste apareció en mis manos. Con suma tranquilidad me lo puse y seguí charlando con mis amigas como si nada hubiera sucedido.

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