Una pesadilla

Me desperté de un salto de una horrible pesadilla. Estaba muy ansiosa, me sentía agitada. Entonces me senté en la cama y empecé a tener una convulsión. Va, en realidad no estaba muy segura de que fuera una convulsión, ya que no sabía muy bien cómo eran las convulsiones, pero eso se parecía mucho a mi idea de éstas. Mi cuerpo se empezó a mover y a sacudir mucho, de mi boca salía un ruido bastante desagradable y mi mente no podía controlar a mi cuerpo; éste se revelaba de mi y no había nada que yo pudiera hacer para calmarlo.

Después de unos segundos, o unos minutos tal vez, la convulsión se detuvo y de repente entendí que me hallaba en un sueño, en un sueño lúcido. Pero este hallazgo, contrariamente a calmar mi ansiedad, a alegrarme por estar metida en un mundo fantástico; me alteró aún más.

“Mamá ayuda!” grité, tratando de despertar a mi madre que estaba durmiendo en el cuarto contiguo. “Vení por favor”. Repetí las frases varias veces, pero mi voz estaba ronca y débil, por lo que mis desesperados gritos terminaban en pequeños susurros perdidos en la oscuridad de mi cuarto.

Al darme cuenta que mi mamá no vendría a ayudarme, no tuve más opción que ir a buscarla yo. Pero cuando quise levantarme de la cama, mis piernas no obedecieron a mis órdenes; estaban dormidas, sin fuerza. Entonces, de un impulso me tiré al piso alfombrado y usé todas mis fuerzas para arrastrar a mi cuerpo enajenado hasta el cuarto vecino.
Con un extraño gateo logré llegar y despertarla “No puedo despertarme, ayudame. Necesito salir de este sueño” le dije desesperada. Mi mamá, bastante confundida por el pedido, simplemente me siguió la corriente para que me fuera rápido y ella se pudiera volver a dormir pronto, pues al día siguiente trabajaba.
Siguiendo mis órdenes me pellizcó, me gritó, me puso la alarma que más odiaba en mis oídos, me sacudió; pero no hubo caso. Sus esfuerzos no sirvieron de nada, no lograba encontrar la puerta de salida de ese mundo.
Sin saber qué más hacer, ella intentó hablarme de otro tema para que pensara en otra cosa y me relajara. Entonces, yo todavía inquieta, empecé a seguir el hilo de su charla. Tal vez si lograba olvidar que estaba soñando, se me pasaría el miedo y la desesperación por querer migrar de aquel encierro que me producía estar atrapada en un mundo inventado por mi propia cabeza.

Charlamos un rato y cuando creí que ya estaba olvidando que estaba en un sueño, volví a recordar ese hecho repentinamente.

Entonces me desperté de un salto de la horrible pesadilla. Estaba muy ansiosa y agitada y cuando me senté en la cama empecé a tener una convulsión.

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