Diario de escritora

Querido diario:

Frases 


En estos días estuve prestando bastante atención a las frases que escuché y vi por distintos medios. Algunas me llamaron la atención y las anoté en mi celular para recordarlas. A continuación las compartiré.

Ø  Varias de las frases las tomé de “Bellamente”, una página de Instagram creada por una chica, Candela Yatche, que trata sobre temas en relación al feminismo. Leí  varias frases en distintas publicaciones que me dejaron pensando:
  • ¿Cuando decimos que vamos a arreglarnos, que es lo que queremos arreglar? Las mujeres no estamos rotas, si hay algo que arreglar no somos nosotras.” Esta frase me gustó porque si bien es un concepto bastante básico, yo cuando decía “me voy a arreglar”, nunca había pensado a la palabra “arreglar” con su significado de “reparar algo que está roto”, por lo que leer esto,  hizo que me diera cuenta del trasfondo de una frase que yo usaba mucho.
  •      La cuarentena tiene como objetivo aplanar las curvas de contagio, no las curvas corporales.” Me agota ver tantos chistes y comentarios sobre el hecho de engordar en la cuarentena, como si ésta fuera la real consecuencia del aislamiento. Se toma a la gordura como sinónimo de lo feo, de lo inaceptable y no se tiene en cuenta la salud, se toma únicamente lo estético. Creo que tiene bastante sentido engordar en un contexto en el que la ansiedad puede generar más ganas de comer, y además estamos muy limitados para hacer actividad física. Compartiendo ese tipo de chistes, seguimos legitimando a la idea de que es horrible tener panza, engordar. Seguimos construyendo un mensaje que nos deteriora, y para poder aceptarnos y aceptar a los demás, a la diversidad; tenemos que empezar por dejar de aplaudir y difundir este tipo de mensajes.

Ø  Por otra parte, también estuve escuchando el podcast de esta misma página, Bellamente, y tomé nota de varias frases:
  • “Todos somos influencers de nuestro entorno.” Hoy en día, con las redes sociales existe un mundo de comunicación en el cual todos somos participes y no es necesario que tengamos miles de seguidores para que nuestros mensajes le lleguen a otras personas. A veces creo que no se toma real conciencia de esto, y se comparten cosas sin pensar en el impacto real que éstas pueden generar en las otras personas que pueden estar del otro lado de la pantalla. Así como se puede influenciar de forma negativa, también se puede influeniar de forma positiva, por lo que me parece importante poder pensar más que tipo de mensajes queremos hacer llegar a los demás.
  • “Las dietas son el mayor sedante de las mujeres.” Esta frase me hizo acordar a “la religión es el opio de los pueblos” y me hace pensar a la moda como a una religión. Nuestro dios es el ideal de belleza hegemónica y nuestro deseo, lo que aspiramos en la vida, es estar cada vez más cerca de ese ideal, de ese dios, que no deja de ser un personaje ficticio, irreal.
  •  “Uno no puede ser lo que no ve.” Las publicidades y los medios hegemónicos de comunicación nos muestran siempre a la misma mujer blanca, rubia, flaca, heterosexual, cisgénero;  por lo que las mujeres que no cumplen con estas características nunca son representadas en los medios. Entonces ¿Cómo pueden éstas aceptarse como son si se las oculta, si se niega su existencia, su diversidad de forma sistemática. Al final, nadie cumple del todo con ese ideal, por lo que termina siendo muy frecuente que las mujeres se rechacen a sí mismas o partes de su cuerpo por no poder aceptarlas como propias.
  •  “No se puede vender a cualquier costo.” Es hora de que las marcas hagan un cambio, es necesario dejar de vender a costa de las inseguridades de las personas. Muchas publicidades proponen que la única forma que puede tener una mujer para ser un poco más linda y aceptada socialmente, es a través de determinado producto.

Ø  Por otra parte, tomé varias frases de un libro ficcional que leí, llamado “Leviatán” de Paul Auster:
  •   “A decir verdad, me sentía bastante sensiblero aquella noche, presa de pensamientos curiosamente sentimentales, y recuerdo haber mirado la cara de Fanny y haberme dado cuenta- de repente, como si fuera la primera vez- de que ya no éramos jóvenes, de que nuestras vidas se estaban escapando. Puede que fuese el alcohol que habíamos bebido, pero esta idea me golpeó con toda la fuerza de una revelación.“ Hay revelaciones que todos tenemos en algún momento, en determinada circunstancia. Es interesante pensar en cómo cada uno la tiene en distinto momento y se le presenta de distintas maneras. A veces estás muy metido en las cotidianeidades, en la rutina, en el apuro de la vida y de repente llega un punto en el que frenas y decís “Wow ¿Cuándo pasó tanto tiempo?” Ser consciente del paso del tiempo es tan asombroso como angustioso. Pero creo que está bueno poder darse cuenta de su paso, porque justamente la finitud del tiempo es lo que le da sentido a nuestras historias y por lo tanto, lo que nos incentiva a avanzar.
  •  No se trata de ser infiel a Fanny, se trata de conocerme a mí mismo. Me pareció espantoso descubrir que era capaz de engañarme de esa manera.” Me pareció interesante la idea que usó de engañarse a sí mismo. A veces me pasa que creo que tengo un ideal muy firme y de repente, sin darme cuenta, me veo haciendo algo en contra de ese ideal, como si fuera por la fuerza de un impulso. En esos momentos siento que me traiciono a mí misma, siento que no soy capaz de ser consecuente a mis ideales, y en ocasiones me puedo llegar a sentir “tibia”. Este pensamiento de tibieza me persiguió por bastante tiempo con la forma de tormento, generándome malestar, hasta que de a poco empecé a tolerarlo más y a entender  a  la tibieza como parte de lo humano, de lo propio. Está bien equivocarme y a veces dejarme llevar  y dejar la presión de ser siempre cien por ciento fiel a mis ideales y no fallar nunca. Así como está bien cambiar mis ideales, porque estoy en constante cambio y aprendizaje, y si eso me implica ser tibia, entonces podría decir que soy tibia.
  •  “esto era lo que tanto le vejaba después, no su deseo, sino la negación de ese deseo como medio engañoso de satisfacerlo.” Cuando no somos capaces de aceptar nuestros deseos, cuando no los podemos materializar, éstos no desparecen, quedan ahí, en alguna parte de nuestro inconsciente. Cuando no vemos algo, cuando no vemos un deseo, creemos que no existe. Hasta que en algún momento, de alguna forma lo terminamos viendo, y para entonces ya es imposible cerrar los ojos.

Ø  El otro día, husmeando entre los perfiles de Instagram, llegué, de alguna forma aleatoria, al perfil de Dante Spinetta. Vi alguna de sus fotos y en una estaba él junto a su prima, Alma Spinetta. En la parte de los comentarios, se veía una partecita de un comentario de Dante y lo abrí para leerlo entero  porque me dio curiosidad eso que se veía.

Al entrar aparecía un comentario de una persona que decía: “Que suerte que tienen. Lástima que no siguen su legado” (refiriéndose al legado de Luis Alberto Spinetta).  A esto,  Dante responde: “Construimos uno propio, usted sigua su camino tranqui”.

Esto me hizo pensar en dos cosas. Por un lado en el odio y en la envidia que algunas personas tienen y que lo manifiestan de forma gratuita, como si nada pasara, como si no tuvieran consecuencia sus actos. Molestan y hacen sentir mal a gente que no les hizo nada innecesariamente, en vez de enfocarse en sus propias vidas. Por otra parte, la respuesta que hizo Dante de que construyen su propio legado, me pareció muy acertada.


Cuando se es hijo o nieto de una figura tan emblemática y tan importante, se pretende que estos sigan su camino y tienen la presión de que les ponen la vara muy alta, que se los va a juzgar teniendo como punto de comparación a esas figuras tan importantes. Y me gusta la idea de poder despegarse de esa imagen de la que se pretende que sean.

De hecho, sin ir tan lejos a los casos de famosos, en cada familia todos son, en cierto punto, presos de deseos ajenos; de todos se espera que sean de cierta manera, que cumplan determinadas expectativas. Entonces me gusta resaltar la importancia de aprender a despegarse, aunque nunca sea posible hacerlo del todo, del lugar que nos otorgan los otros, del camino que nos marcan y que se espera que sigamos, para que creemos el nuestro propio, y ocupemos el lugar que deseemos.

Ø  También en Instagram, encontré una foto en la página Amordel2000 que me gustó porque me sentí identificada. Es una página que sube muchas fotos de chats que la gente va mandando. En este caso se veía que una persona le mandaba un mensaje a otra en el que decía “Lo 100to, no soy tan épica y revolucionaria como creías.”

Volviendo al tema de la tibieza de la que antes hablé, éste mensaje tiene que ver un poco con eso. A veces me presiono para ser de cierta forma, pero hay veces que no puedo sostener esas formas, hay veces que me dejo llevar y cedo a la presión.  Creía ser, o más bien quería ser alguien importante, hacer algún cambio en el mundo, y todos esos deseos que todos tenemos ante las injusticias que vemos todo el tiempo, pero de repente me encuentro descansando de esos deseos, postergándolos o no tomándolos como prioridad y ahí, por momentos, aparece el sentimiento de traición propia, traición a mis creencias.

Ø  Otra cosa que hallé en la misma red social fue la descripción del perfil de una chica que no conozco, al cual llegué de casualidad. Éste decía “Sólo sé que esto que vas a ver acá seguro no es tan así.” Las redes sociales son sólo una parte nuestra, en estas sólo mostramos algunas cosas, hacemos el recorte que queremos y mostramos lo que creemos más conveniente. A veces nos inventamos que alguien tiene la “vida perfecta” por las imágenes que sube. Pero lo que se sube “no es tan así”, siempre hay algo que no se ve, y antes que compararnos con los demás, esta bueno entender eso.


Ø  No hay mucho que decir al respecto de que cuando escuché que “La villa 31 ya tiene 198 casos confirmados” hace varios días, me dio bastante odio. Les sacaron un derecho básico y mas que esencial y primordial en estos momentos: el agua, y de esta forma no solo se ven ultra afectados ellos, sino que afectan al país entero.

Ø  A veces me acuerdo, como si fuera de forma repentina e inconexa, de charlas que tuve hace mucho tiempo. Es así como el otro día recordé que una vez en la primaria, estaría en segundo o tercer grado calculo, estaba charlando con amigas de si las personas que tenían moto eran ladrones o no. Resulta que una chica había contado que alguien con una moto le había robado la cartera a su mamá, luego alguna más contó una anécdota similar; entonces la conclusión fue que los que tenían moto eran ladrones. Luego otra chica refutó la hipótesis diciendo que ella conocía a alguien con moto que era bueno, entonces no era verdad lo que decíamos. La conversación duró un rato y no terminamos llegando a ninguna conclusión que nos satisficiera a todas.

Pienso en esa charla y me río, éramos  tan naif. Me gusta pensar en la ingenuidad de los niños, en sus formas de pensar las cosas. Para nosotras no podían haber personas con motos que robaran y otras que no, era o una o la otra. Además o eran personas “buenas”, o sea que no robaban o eran “malas” o sea que robaban. Era todo tan binario y simple de pensar. Esas niñas no sabían que se podía robar y ser “buena” persona o que la gente que no robaba también podía ser “mala”. Simplemente me dan ganas de abrazar a mi yo y a mis compañeras del pasado. Por momentos estaría bueno que todo fuera tan simple.

Ø  El otro día empecé y no terminé porque me aburrió, un documental que hablaba sobre la industria del aguacate y en un momento vi una frase que llamó mucho mi atención: “El aguacate es una máquina de dinero y un imán para la extorsión, el asesinato y la opresión.” Wow, pensé, nunca imaginé que una verdura fuera capaz de tanto.


Ø  “se murió” me dijo el otro día una amiga refiriéndose a su abuelo. Me puso mal enterarme de eso porque ella ya venía de una etapa difícil y que sucediera esto ahora no iba a ayudar mucho. Aparte pensé en lo angustiante de morir en soledad por la cuarentena, y de pasar el duelo a pleno encierro y sin poder abrazar a toda la gente que querés.

Ø  Por último, el otro día estaba hablando con mi mamá sobre psicoanálisis (ella es psicoanalista) y me dijo una frase que me gustó, “segregamos en los otros lo que no queremos reconocer como propio”. Me pareció una frase interesante de analizar. Hace unos días que venía escuchando y viendo varias cosas que trataban sobre la gordofobia, y en esta charla con mi mamá, relacionamos la frase que cité con el tema de la gordofobia. Dicho de una manera simple, ya que es un tema bastante complejo, las personas que rechazan tanto a lo gordo, las personas gordofóbicas, muchas veces no pueden alojar una parte de la gordura en su cuerpo, no pueden aceptarla en ellos mismos, entonces rechazan a otros cuerpos que son gordos.



  Semana 2


Ø "El derecho está para lo que sea, incluso para no hablar de derecho” fue una de las frases que me puso por mail mi ex profesor de cuarto año al mandarle el relato de “¿Qué es una mesa?” que había escrito sobre él. Me gustó la frase teniendo en cuenta cómo era la dinámica de sus clases; me parece que es muy representativa. Además me alegré mucho de que leyera y le llegara mi escrito, ya que éste cumplió su objetivo.

Ø   "No se puede cambiar el deseo por decreto” dijo Rita Segato en distintas ocasiones. Yo la escuché en un podcast de Anfibia en el que ella fue entrevistada. Me gustan estas palabras porque creo que aplican a cualquier deseo que pueda tener. A veces me pasa que mi parte racional no concuerda con mi deseo, con mi parte sentimental; entonces me frustra no poder llevar el deseo a donde quiere mi parte racional. Es decir, me frustra no poder conjugar lo racional con lo sentimental. Pero el punto es que no es algo que pueda cambiar de un día para el otro, no puedo decretar que mi deseo cambie de la nada. Primero es importante que reconozca que estoy teniendo cierto deseo que me incomoda, que no me gusta, o que no quiero aceptar; para  luego de a poco trabajar el lugar que ocupa dicho deseo en mí para poder transformarlo o adaptarlo a una forma que me sea útil.

Ø   "El ser humano es, en medida variable, un animal de fe. Necesita creer en algo y se aferra  a sus creencias, y cuando algo se convierte en creencia, se vuelve inmune a la argumentación.” Esta frase la dijo Eduardo  Levy Yeyati en el prólogo del libro “Pensar con otros” de Guadalupe Nogués. Me gusta y me parece interesante  ya que hace un tiempo que me vengo interesando en este tema. En un principio vi algo de esto en la materia comunicación 1, luego lo conversé bastante con amigas y también empecé a leer este libro. Estas charlas con amigas a través de zoom nos llevaron a hacernos preguntas de este estilo: ¿Cuán abiertas de mente somos? ¿Cuán dispuestas estamos a escuchar ideas que contradigan nuestras formas de pensar, nuestras creencias y hasta incluso nuestra propia identidad? ¿Somos pluralistas? ¿Es posible ser 100% pluralistas? ¿Hasta qué punto aceptamos las ideas de otros? 

Ø   "En una sociedad que lucra con nuestras inseguridades, amarse a sí misma es un acto de rebeldía.” La verdad es que anoté la frase rápido y me olvidé de poner en dónde la escuché, pero estoy segura que fue en instagram o en algun podcast feminista. Creo que no tengo mucho para aclarar al respecto ya que es más de lo que venía escribiendo, pero básicamente la elegí porque me gustó la significación que se le dio en esta frase al término del “amor propio”, ya que es diferente al que estoy acostumbrada a escuchar.


Salidas a la calle

Salida 1

Una salida a la calle en tiempos de pandemia es toda una odisea.

Me vestí, me até el pelo y me puse hebillas para que no se me viniera el pelo a la cara y me tuviera que tocar con las manos para acomodarme cuando estuviera en la calle.

Procuré guardar llaves, billetera, celular y alcohol en gel en la riñonera, tomé unas tres bolsas de tela y me puse el barbijo azul de tela.
En el palier me coloqué las zapatillas negras, que descansaban en el piso junto a varias zapatillas más, y bajé los dos pisos por escalera; pues tal vez bajar esas escaleras sería mi único ejercicio del día.

Una vez en la calle intenté respirar aire fresco, pero lo logré parcialmente, ya que una tela en mi nariz impedía que el aire llegara fresco.

Caminé veinte metros hacia mi derecha y me asomé en la puerta del supermercado chino. Miré al cajero y con gestos le pregunté si podía pasar, y también con gestos, él me respondió que sí.

Así que me adentré en las góndolas. Saqué el celular para ver la lista que me había mandado mi mamá por mensaje y empecé a dar vueltas buscando la comida.

No soy muy “eficiente” haciendo las compras, si es que se pueda hablar de eficiencia. A lo que voy es que siempre tardo porque me olvido donde está ubicado cada producto, entonces termino dando un montón de vueltas en vez de agarrar todo de una sola vuelta. Por suerte cada vez me acuerdo un poco más porque hace años que voy al mismo supermercado y ya me acostumbro, además de que es chiquito.

Pero el problema es que sentía una presión constante por apurarme, porque estar más tiempo ahí adentro significaba más probabilidades de chocar con otra persona posible portadora de coronavirus. Al no encontrar lo que deseaba me ponía un poco nerviosa. Pero finalmente encontré todo en un buen tiempo.

Pagué y con un poco de esfuerzo cargué las tres bolsas llenas en los veinte metros de vuelta. Esta vez decidí tomar el ascensor para subir ya que estaba muy cargada como para utilizar las escaleras.

Al llegar al piso dos, bajé las bolsas del ascensor, abrí la puerta de mi casa, me saqué las zapatillas y entré las bolsas a la cocina. Lo que sucedió a partir de aquí, es la parte más tediosa del proceso de ir a comprar.

Me lavé las manos en el baño, me saqué el barbijo y la ropa y las dejé en un rincón del cuarto de mi hermano (que no está pasando la cuarentena en mi casa, por lo que su habitación es el nuevo guardarropas de ropa con posible coronavirus). Me volví a lavar las manos. Me puse otra ropa. Fui a la cocina y desinfecté producto por producto con un rociador lleno de alcohol y agua. Después lavé a los productos con agua para sacarles el alcohol. Los sequé con un repasador y los guardé a cada uno en su lugar. Me lavé las manos de nuevo. Las cosas que eran de cartón y no podían ser lavadas con alcohol y agua porque sino se deshacían, las dejé en una bolsa en el piso hasta que pasaran unos días y se les fuera el posible virus y ya estuvieran listas para consumirse.


Salida 2

Hice un poco de trampa, lo admito. Sé que está mal, pero no creo que esté TAN mal. Resulta que la mayoría de mis amigas viven en el mismo barrio que yo, por lo que quedé con una de ellas para ir a hacer las compras al mismo supermercado, obvio que manteniendo las distancias obligatorias y con los debidos cuidados. Es como si fuéramos dos personas cualquiera que van a comprar y en la fila para entrar al supermercado, a un metro de distancia intercambiamos algunas palabras.

Luego de comprar lo que necesitábamos del barrio chino, dimos algunas vueltas caminando por la zona. Estuvimos un ratito y luego cada una retornó al encierro de su hogar.

No es lo que corresponde, pero necesitábamos tomar un poco de aire y despegarnos de nuestras familias al menos un ratito. Fue una agradable experiencia que alegró mi día.

Cuando regresé a casa hice el mismo proceso de siempre para limpiar los productos que había comprado.

Salida 3

Resulta que mi abuela también vive en el mismo barrio que yo y ella no está saliendo a hacer las compras por un tema de seguridad, ya ques está dentro de la población de riesgo. El hecho es que a veces la portera de su edificio la ayuda con las compras, pero a veces también necesita algo más específico o productos de la dietética que está un poco más lejos de su casa.

Entonces saqué el permiso para ir a ayudarla y caminé algunas cuadras hasta su casa. En el camino compré todo lo que me había encomendado y al llegar le toqué el timbre y le deje la mercadería. Me agradeció, me saludó con el codo y luego cerró la puerta. Me volví a mi casa del mismo modo que había ido.

Lo bueno es que el corto camino hasta su casa es arbolado y muy tranquilo, así que pude disfrutar del recorrido y me lo tomé como un paseo. Aproveché para ponerme un podcast en el celular y escucharlo con los auriculares. La verdad es que ya ni recuerdo cual podcast fue porque esto ya sucedió hace unos días y últimamente estoy escuchando muchos. Los podcast son mi nuevo entretenimiento de cuarentena, son mi forma de aprender un poco mientras que hago otra cosa como salir a la calle o limpiar mi casa. Me entretienen y me gusta porque voy escuchando opiniones de distintas personas sobre diversos temas. Los últimos que estuve escuchando fueron: Julia Julieta (entero), Anfibia (escucho los capítulos que me interesan porque hay muchos), Bellamente (escuché casi todos porque hay muy pocos) y algunos episodios sueltos de otros podcasts.

Al llegar a mi casa, me saqué las zapatillas en el palier, entré me lavé las manos. Me saqué la ropa y me volví a lavar las manos y por último me puse ropa de “entrecasa”.


Salida 4

El sábado ya casi se habían acabado los productos de la dietética. Acá, en mi casa, comemos bastante sano y compramos mucho en la dietética. Además yo soy vegetariana, entonces necesito comprar alimentos específicos, para obtener los nutrientes y vitaminas necesarias, que solo venden en esos lugares.

Salí de mi casa. Tengo muchas dietéticas alrededor, pareciera que en los últimos años cada vez hay más, cada vez está más “de moda” la comida “healthy” (como le dicen), la comida de la onda vegana o vegetariana.

Elegí ir a un lugar que está a tres cuadras que ya fui varias veces porque suele tener todo lo que busco. Lo malo es que al llegar había bastante fila porque está sobre una calle bastante transitada.

Habré esperado veinte minutos en la fila de afuera. Mientras, usaba el celular, charlaba por whatsapp, mandaba audios; qué se yo, trataba de no aburrirme. Cuando pude entrar, el señor detrás de la caja tenía una mirada cansada, agotada. Le pregunté si en todos los horarios había tanta gente, como para la próxima ir en otro momento con menos fila. Me respondió que los viernes estaba siempre muy lleno, que ni tenía tiempo para acomodar la mercadería que entraba, que no daba a basto él solo.

Le pedí varias cosas y pague. Le dije “buenos días” y caminé las tres cuadras hacia mi casa con dos bolsas llenas. Cuando llegué dejé las zapatillas afuera, desinfecté y lavé los productos de heladera y me lavé las manos varias veces en el medio. Los productos que no iban en la heladera los dejé abajo de la mesa de la cocina para usarlos recién dentro de tres días. Obvio que si quería comer alguno de esos productos antes de los tres días podía, Solo tenía que tomarlo y desinfectarlo. El hecho es que los dejé ahí para no tener que desinfectar todo en ese momento, y aparte porque había paquetes que tenían una bolsa atada con nudo o que no estaban herméticamente cerradas y si las rociaba con alcohol, éste podía llegar a entrar por los huecos y arruinar el producto.


Descripción de un rostro

La impresora estaba funcionando mal hacía varios días. A las 16:50, después de ver en el campus de la facultad que tenía nuevos textos para imprimir de antropología, me acordé que tenía que tenía que llamar al lugar que reparan impresoras. 

Marqué los números y me atendió una voz femenina de unos cincuenta años de edad. El tono era levemente grave, lo que lo hacía bastante apacible. Me dijo que el lugar cerraba a las diecisiete horas, pero que si me apuraba me esperaría.

Me puse lo primero que encontré y caminé una cuadra con la impresora en mano. Una vez en el local, abrió la puerta una señora. Antes de que dijera una adiviné que se trataba de la misma que me había contestado la llamada. Sus características físicas se correspondían en gran parte con las que yo me había imaginado al escuchar su voz.

Era flaca, de una estatura mediana y pelo corto y gris. Su rostro, de un rosa clarito, portaba dos pequeños ojos marrones, y en su frente se podían ver algunas arrugas típicas de su edad. Su nariz y su boca se escondían detrás de un barbijo azul marino de tela.

Si tuviera que elegir el rasgo que más me llamó la atención de su cara, definitivamente optaría por su pelo. Como bien dije, éste era gris y corto. Pero no corto por los hombros o corto carré, sino que más cortito todavía, como suelen usar muchos varones ¿Por qué es que me llamó la atención su pelo? Porque generalmente las mujeres de cincuenta y pico de años para arriba tienen los valores de belleza tradicionales en los que las canas solo quedan bien en varones y las mujeres siempre deben llevar un color fuerte en su pelo. Generalmente llevann rubios, castaños o colorados. El negro a partir de cierta edad tampoco se usa porque “endurece” los rasgos y las mujeres quieren que se suavizen, quieren parecer más jovenes. Además de que el corte de pelo que tenía no es tan común en mujeres de su edad; como sí lo es en varones.

Estas ideas siempre me vuelven. Ojo, yo también tengo super inculcados estos valores e ideales de belleza, pero de todas formas no me deja de sorprender los constantes esfuerzos por parecer más jóvenes, por sacarnos años, por no mostrar las arrugas. De todas formas, es una cuestión con la que yo tengo una lucha interna todo el tiempo. Y en este caso no hablo de la vejez, porque aún soy muy joven como para adentrarme en ese tema; pero sí hablo de los ideales de belleza que se supone que debo seguir por ser mujer en esta sociedad.

Por eso es que me gusta y agradezco a la gente que desafía estos ideales, porque creo que también incentiva a que más personas lo hagan y haya menos presión de ser de determinado modo.


Narración oral

Luego de escuchar a René Lavand y a Dolina anoté algunas cosas que me gustaron de sus formas de narración oral y que tendría en cuenta a la hora de hacer una narración yo.

Por un lado se nota que las historias están guionadas y practicadas, por lo que no se traban ni se confunden y son muy fluidos los relatos. Los narradores están muy seguros y tranquilos y eso, además de expresarlo con la voz, se nota en la corporalidad (al menos de Lavand que no tiene ningún tik ni ningún movimiento repetitivo como si estuviera nervioso).

A La vez cuentan las historias con mucha naturalidad, no parecen sobreactuadas ni exageradas. Hablan con tonos de voz amigables, que me hacen sentir cercana, como si fuera un amigo que me cuenta una historia.

En esa supuesta charla entre amigos, cada tanto dialogan con el publico haciendole alguna pregunta o chiste, lo cual me parece super importante ya que es un componente que diferencia grandemente las narraciones escritas de las orales.
Tienen tonos de voz apacibles, tranquilos; no hablan ni muy rápido ni muy lento; lo hacen en un buen ritmo y también cada tanto hacen silencios, pausas y cambian el ritmo como para cambiar el clima. Además, tal como si fueran actores, acompañan el relato con sus expresiones faciales y miradas.
Un último componente que quería señalar es la música de fondo. Acompaña muy bien al relato. Le da un tono específico y  puede generar más dramatismo, hacer más graciosa la escena, hacerla más triste, etc.







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