Cuento propio a partir de la anécdota de Chéjov
El ultimo fracaso
Ring ring ring… Fabián estiró su mano derecha y apretó
botones hasta que el despertador cesó de sonar. El reloj marcaba las ocho de la
mañana. Bostezó y sin pararse se puso sus jeans azules gastados y su remera con
estampa de The Beatles que estaban en la silla de al lado. Suspiró relajado al no
ver a Andrea acostada a su izquierda y
darse cuenta que era jueves, día en el cual ella entraba a su trabajo más
temprano, por lo que no se cruzaban a la mañana.
Se puso su loción frutal, aquella que Andrea siempre había odiado, pero que igual era la única que el usaba desde hacía 20 años, tal vez por esa misma razón.
Se puso su loción frutal, aquella que Andrea siempre había odiado, pero que igual era la única que el usaba desde hacía 20 años, tal vez por esa misma razón.
Luego tostó dos panes, les puso mermelada de frutilla y se
preparó un café con leche. Aprovechó que no estaba Andrea para desayunar con
música de los Beatles a un volumen bastante alto. De hecho aquella esa era su
costumbre de los jueves. Cada vez con otro disco, pero Abbey Road era uno de
los que más ponía. Al finalizar se puso su viejo y único tapado negro (o tal
vez gris por tanto uso) y salió a la calle.
A las nueve de la mañana entró al bar del club de barrio “Flor-es deporte” de Flores. Acomodó las sillas, puso la caja en funcionamiento, dejó entrar a los tres mozos y a los dos cocineros y a las diez de la mañana dio vuelta el letrero que decía cerrado para que dijera abierto.
A las nueve de la mañana entró al bar del club de barrio “Flor-es deporte” de Flores. Acomodó las sillas, puso la caja en funcionamiento, dejó entrar a los tres mozos y a los dos cocineros y a las diez de la mañana dio vuelta el letrero que decía cerrado para que dijera abierto.
El día transcurrió como cualquier otro: nada nuevo, nada
distinto. Fabián atendió la caja del bar hasta las cinco de la tarde y luego se
volvió en la línea A a su casa. En el corto viaje de subte se puso los
auriculares y escuchó “Here Comes the Sun”, y como siempre soñó cómo seria su vida como
músico. Pensó en Daniel y Gustavo; el bajista y el guitarrista de su pequeña
banda, en la cual Fabián era el cantante. Generalmente practicaban covers de
bandas de los 70. Aunque sus compañeros en distintas ocasiones habían insistido
con probar hacer música más moderna y renovar su repertorio, Fabián estaba
extrañamente empecinado con hacer solo música de los 70, pues decía que era la
música de los buenos tiempos. Se llamaban “Los Jaguares”, tocaban juntos desde hacía
unos años y acostumbraban a juntarse todos los viernes por la noche en casa de
Gustavo a cenar y tocar un rato. Después también anhelaban con ser músicos
famosos y hacer una gira por todo el mundo, o al menos eso anhelaba Fabián. Pensó
en cuál sería la siguiente canción que interpretarían. “Estación: Acoyte, descenso
por el lado derecho” escuchó en el altavoz y salió de su ensoñación con un
ademán triste. Descendió de la formación y con pasos pesados se dirigió a su casa.
Optó ir por el trayecto un poco más largo para pasar por el
puesto de quiniela ya que esta semana todavía no había apostado. “Poneme a los
mismos que siempre Cacho” y Cacho le entregó una boleta que decía: cincuenta pesos al número
121314.
En su casa se bañó y se tiro en la habitación a ver la tele.
Primero vio un poco las noticias, y ya a las ocho era la hora de escuchar los
resultados de la quiniela. Mientras tanto su esposa cocinaba pollo con ensalada
de tomate, lechuga y cebolla. En la televisión empezaron a anunciar los
primeros ganadores y Andrea no se privó de emitir una de sus quejas “A ver si
bajás un poco el volumen de tu jueguito ese”. Haciendo oídos sordos a su
petición, Fabián subió más el volumen, pues le pareció escuchar su número. ¿Habría
oído mal y de vuelta estaba soñando? Respiro hondo y se agarró fuerte de la
cama como tratando de asimilar la situación. “Repito: numero ganador 121314”. ¿Esta
vez lo escuchó bien, era su número: uno dos uno tres uno cuatro? ¿Había ganado
un millón de pesos? Se pregunto atónito ¿Acaso estaba presenciando aquel
momento en el que su sueño se convertía realidad? Su rostro se palideció y tenía
una expresión de sorpresa, pero a la vez de perdido; de emocionado, pero a la
vez de mareado, todavía estaba tratando de digerir la información. “No me escuhás
cuando te hablo? Te dije que bajes, no que subas el volumen.” Protestó Andrea “
Y en cinco vení que esta la comida”.
Mientras cenaron, Andrea y Fabián tuvieron alguna charla
banal sobre cómo habían sido sus días en el trabajo. Ella se quejó de que nuevamente
había subido el dólar y le conto que había quedado para ir a cenar el sábado
con un grupo de amigos, con el cual Fabián nunca había simpatizado mucho. Normalmente
el hubiera refunfuñado para no ir a esa salida, pero esta vez asintió con una
sonrisa sin poner ningún pero. Andrea seguía hablando; Fabián seguía sonriendo
y asintiendo. Ella no entendía muy bien por qué él estaba tan alegre, pero no
era algo muy frecuente, así que antes que quejarse prefirió aprovechar su buen
humor. Lo que estaba contando Andrea era realmente intrascendente, o al menos
eso suponía Fabián que todavía atontado por la noticia no podía prestar atención a sus palabras;
estas pasaban a un segundo plano, eran como una música de fondo. En cambio, su
cabeza estaba en un verdadero shock de
felicidad.
Se fueron a dormir sin Fabián contarle en ningún momento a
Andrea que había ganado. Ni siquiera amagó en hacerlo. Ella siempre le
criticaba que él jugara a la quiniela, así que decidió que no se merecía ser la
primera en enterarse, se lo contaría al día siguiente quizás, si es que decidía
contárselo.
Al día siguiente Fabián siguió con su rutina normalmente,
fue a trabajar al bar y a la noche le tocaba verse con “Los Jaguares”. El día se le hizo interminable, pero no se le
borró en ningún momento la gran sonrisa de su rostro. En lo único que podía
pensar era en que llegara la noche para sorprender a sus amigos con la noticia,
no podía parar de imaginar el modo en que se los contaría; practicó mil maneras
distintas de decírselos y recreó sus caras de emoción al enterarse que podrían
hacer una gira por todo el mundo, que podrían dedicarse a su carrera musical y
ser músicos famosos.
Una vez con la banda Fabián avisó que tenía que anunciarles
algo importante. Gustavo, con una sonrisa pícara, dijo que el también tenía que
contarles algo, y Daniel no se quedó afuera; pues al parecer era un día de
buenas novedades para todos. Abrieron el champan que había llevado Fabián para
celebrar y comenzó comentando su noticia Daniel: finalmente había cerrado el
contrato y se mudaría por primera vez a una casa propia con su esposa y sus dos
hijos. Les mostró fotos de la casa y dijo que se iría la semana que viene
cuatro días a la costa para celebrarlo y ahí darles la sorpresa a sus tan
amados hijos. Pensó en lo felices que se pondrían al tener cuarto propio cada
uno y tener una sala de juegos donde pondrían una tele y probablemente una Play
Station. Había trabajado tan duro por conseguirlo que no podía creer que todo
ello fuera fruto de su propio esfuerzo y el de su esposa. Se notaba en su
mirada: Daniel parecía realmente emocionado.
Luego siguió Gustavo: hizo una sonrisa canchera y sacó dos
sobres. Eran tarjetas de invitación a la
fiesta de quince de Quiara, su hija. Les dijo que habría mucha comida rica y…
¡Los jaguares tendrían el honor de tocar unos temas para los invitados! Así que
tenían que empezar a preparar el repertorio para impresionar y darle una gran sorpresa
a Quiara.
Finalmente le tocaba hablar a Fabián. Suspiró, tomo un poco
de champan y abrió la boca para empezar a contar, pero de esta no salió ninguna
palabra. Hizo una sonrisa nerviosa, de repente algo inesperado lo había
frenado, sintió un nudo en la garganta y unas repentinas ganas de llorar.
Escuchar las noticias de sus amigos sobre sus familias y sus vidas felices le
habían generado un efecto desgarrador y angustioso que no lograba comprender. “
¡No te hagas desear y contanos pibe! “ dijo Gustavo entre risas y ansias. Fabián
vaciló unos instantes más y luego se decidió a hablar. De su boca salió una voz
quebradiza que decía lo primero que se le venía a la memoria “la semana que
viene es mi cumple y los quería invitar a ir a ver The Beats”. Gustavo y Daniel
celebraron y el ultimo dijo “Bueno no te pongas a llorar porque estas viejo
che, igual te queremos, y el champan también te quiere, así que dale a entrarle”.
Los tres se rieron, brindaron y tomaron. Se pusieron a tocar y al segundo tema Fabián
dijo que le estaba doliendo mucho la cabeza como excusa para retirarse, pues se
sentía algo aturdido y sintió una necesidad imperante de volver a su casa.
Cuando llegó su esposa no estaba porque había salido con
amigas y él abrió un vino tinto y se preguntó por qué no había podido contarles
la noticia. La sensación rara y de perdido no se le iba. Pensó que lo que había
pasado no tenía importancia, se los contaría el día de su cumple después de ver
a The Beats, sería más excitante todavía.
Tomó unos sorbos y pensó en las caras de felicidad de sus
amigos al hablar de sus familias y le generó rechazo esa idea. En realidad
siempre los oía hablar de sus familias, pero por alguna razón esta vez esto le
había angustiado de una forma descomunal, como nunca antes le había pasado. Se
preguntó por qué él nunca había podido tener una familia feliz. Se pregunto por
qué no tenía hijos y como respuesta se le vino a le mente la imagen de Andrea
diciéndole que habían perdido al bebé ¿Cuánto había pasado de ese momento, 30
años ya? Mierda que pasa rápido el tiempo. Bebió otros cuantos sorbos. Se cuestionó
porque no habían vuelto a intentarlo. Podrían haber utilizado algún tratamiento
o incluso adoptar, pero no, se conformó con no tener hijos, simplemente se
conformó y no avanzó. No se había esforzado lo suficiente, de lo contrario las
cosas hubiesen sido muy diferentes para él. Pensó en sus hermanos: ellos si
tenían hijos y familias felices, vidas felices. Se dedicaban a lo que les
gustaba: Mariela era doctora y Alejandro era abogado. Una imagen de su papá en la infancia lo empezó
a torturar, este le decía “¿Por qué no sos más como tus hermanos? ¿” , “¿Por
qué no estudiás algo decente?”, “ ¿Por qué te va tan mal en la escuela, estudiá
nene”. Todas eran críticas, reproches y comparaciones con sus hermanos. Él siempre había sido la oveja negra de su
familia, era un músico frustrado que
trabajaba como cajero en un barsucho de Flores.
Se sirvió otra copa e Intentó dejar de pensar en cosas
tristes y se centro en su objetivo, tenía que dedicar su espacio mental a la
banda, a pensar en su futuro. Se imaginó haciendo una gira por todo el mundo,
vió a miles de fans pidiéndole autógrafos “Fabián te amamos”, “Fabián dame un
beso”, “Fabián”, “Fabián”. Sus ojos brillaban. Después lo llamaban de los Emmys,
había hecho el récord y había ganado seis premios por un disco. Todo increíble,
fama, reflectores, dinero, felicidad; una vida de ensueños.
Abrió un Jack Daniels: ahora era un rocero con plata que podía
tomar bebidas chetas. Se imaginó a él dejando a Andrea en Buenos Aires y
acostándose cada noche con otra fan, total ¿Para que quería estar casado si ya
era famoso? ¿Hace cuánto tiempo había dejado de gustarle Andrea y seguía con
ella por…? Realmente ya ni sabía por qué. ¿Por costumbre tal vez? ¿Porque le
daba miedo cortarle y ser un viejo divorciado que nadie le daría bola? Se
reprochó haberse conformado vivir una vida entera con una mujer a la que no
amaba. Se imaginó a Gustavo y a Daniel también estando con sus fans, acostándose
con ellas y luego los tres yendo al casino a tener muchas noches de locura y
lujuria. Pero luego volvió a recordar a las malditas esposas e hijos de sus amigos y a sus familias felices. Recordó que Gustavo
iba a celebrar la fiestita esa de los quince años y que Daniel se mudaría a una
casa con sus “tan adorados” hijos. Se sirvió el segundo vaso de whisky. Volvió
a lo importante y empezó a organizar en su cabeza la gira. Se planteó cómo harían
sus dos compañeros para viajar con toda una familia entera y se dio cuenta que
la mejor idea sería que dejaran a sus familias y que viajaran ellos tres solos,
porque después de todo para ser músicos había que entregarse y comprometerse al
cien por ciento, y sus familias no tendrían lugar en esa nueva vida. Pero se
volvió a acordar de que ellos eran muy felices con sus familias perfectas. Se
rio ¿Qué tenían de especial sus familias? ¿Por qué tanta obsesión por estas? No
podía creer que ellos seguramente no iban a querer abandonarlas para cumplir el
sueño de todo músico.
Encontró una cerveza
en la heladera y la abrió. Si, dame mas, se dijo. Ahora él era el rey, ahora era
millonario, y con plata se puede hacer cualquier cosa, tomar de todo y cantidades
ilimitadas. Nunca es suficiente, los que tienen plata no tienen límites, siempre
se puden desear más y mas cosas, siempre se pude tener más, siempre hay más. Al
igual que el fracaso, pensó. Se rio por la asociación que hizo. El fracaso no
tiene límites y siempre se puede ser más fracasado, como él lo había sido toda
su vida. Ahora era un millonario y
fracasado al mismo tiempo. Era un viejo de casi 58 años que no había hecho nada
interesante de su vida, que vivía en una eterna melancolía. Siempre recordaba
aquellos años dorados de su juventud, antes de casarse, cuando iba a recitales
con sus amigos, cuando tuvo su primer bandita, su primer amor intenso, cuando
todavía anhelaba estudiar música. Pero
luego había caído en la cruda realidad de que él no sería capaz de ser músico,
de que sus padres no le pagarían los estudios, y así se pasó los años tratando
de descifrar que le gustaba, pero nunca pudo terminar ninguna carrera.
Se sirvió otro vaso de cerveza. Se volvió a imaginar a Los Jaguares dando
shows en todo el mundo. Pero de vuelta cayó a la realidad de forma dura dándose
cuenta que aunque pagaran un montón de plata, ningún productor los aceptaría, y
aunque lo hiciera, ¿Quién los querría ver? Eran viejos para la industria de la
música y cantaban canciones de los
setenta que ya no estaban de moda y ni siquiera tenían canciones propias. La
gente notaría que tenían poco talento y que eran una bandita de barrio. Volvió
a pensar en porque no había estudiado música. Si hubiera estudiado ahora
tendría la posibilidad de hacer cosas buenas y triunfar, pero no. volvió a
pensar en su papá, sus palabras no cesaban de molestarlo, “Dedicate a algo de
verdad nene, hace como tus hermanos que estudian”, “Pará con esa guitarrita
imaginaria y anda a laburar”, “A ver cuándo vas a hacer algo bien”. La
impotencia tiró su vaso de vidrio al suelo de una forma violenta. “Mirá que
estúpido que soy papá, todo me sale mal. Pero ahora tengo más plata que toda la
que vos tuviste en una vida entera de trabajo, jajaja ¿Quién lo diría?”. Volvió
a pensar en la banda y finalmente los vio fracasando; se vio fracasando, una
vez más. Tomó de la botella lo que quedaba de cerveza y se le cerraron los
ojos. Nunca más se abrieron. Aquel fue su último fracaso.
¡Hola Flor!
ReplyDeleteAunque quizás ya hablamos de ésto en la clase virtual de la semana pasada, me gustó mucho lo detalladamente relatado que está tu cuento: hace que uno pueda imaginar exactamente lo que está pasando.
También me llama la atención como lograste que algo que usualmente sería motivo de mucho festejo y felicidad - como lo es ganar una fortuna en la lotería - vaya perdiendo cada vez más importancia, y siendo "tapado" por la infelicidad del protagonista. Fabián inicia y termina la historia como si ése premio nunca hubiera existido.
El final, la muerte del protagonista, que se entrelaza con el título del cuento, me pareció muy acertado.
Encuentro como historia visible/superficial la vida monótona y rutinaria del protagonista. Interrumpe, de pronto, una fortuna imprevista, que es silenciada por la historia secreta: cómo los sueños frustrados de Fabián lo afectan al punto de empujarlo al suicidio.
En cuanto al análisis del texto "La cabeza de mi padre" de Laiseca, encuentro muchas similitudes entre tu análisis y el mío, principalmente el creer que el final no es inesperado sino más bien predecible desde el inicio del relato, en el que comienzan a dejarse pistas para que el lector lo sospeche.
También elegimos el mismo cuento de Soriano para otra actividad: "Juguetes". Nuestros análisis en éste caso también son similares; y hay una reflexión que hiciste que me gustó mucho: "...Además considero que narrar sobre la infancia de uno mismo es una valentía, pues es meterse a fondo en los cimientos de uno; en la infancia aparecen los primeros rastros de personalidad, de ahí salen los primeros recuerdos y las primeras marcas. Escribir sobre uno mismo, y sobre todo sobre la infancia es desnudarse en el relato, y por lo tanto lo considero muy valiente..."
Nos vemos el miércoles en clase 💛
Besos;
Agus.
Agus, gracias por tu comentario! Que bien que te hayas toamdo tiempo de leerlo y te haya gustado, aprecio mucho el comentario y la valoracion que hiciste. Me gusta la interpretación que tuviste con respecto a lo de las dos historias, ya que yo ni me había puesto a pensar en eso.
DeletePor otra parte que casualidad que hayamos elegido los dos mismos cuentos en las mismas actividades, habiendo tantos para elegir, jajaja.
En fin, graciasss y nos vemos en zoom. ☺