TP N° 1 Autobiografías



Una de las autobiografías que más se distancian de las características canonícas del genero es la de la estudiante Damaris Rolón titulada “En la vida no hay punto final”.
Por un lado esta autobiografía está escrita en diferentes capítulos, o apartados. Si bien en una autobiografía de mayor extensión este hecho no llamaría mi atención, en este caso, que es tan corta, me parece algo extraño. Con extraño me refiero a que es distinta a las demás autobiografías, presenta una estructura diferente. Si bien esta diferencia de estructura no hace gran cambio en cuanto a las características canonícas del género, me pareció importante destacarlo. Lo que ella narra a lo largo de estos cinco capítulos es como se enteró de que la chica a la que hace mención (sin nombrarla, ni explicar quién es; pero que da a entender que es alguien cercana y más grande a ella) se quedo embarazada, como Damaris la acompaña en el proceso y al final habla de la muerte de su abuelo, la cual fue en la misma época. 
Lo que diferencia esta autobiografía del resto es el hecho de que cuente dos sucesos de su vida, probablemente dos de los más importantes. Pero en estos casi ni se da a conocer a ella y a su personalidad.  El tema tratado debería ser la historia de su personalidad (como bien explica Philppe Lejeune), sin embargo en este relato, la autora da a conocer poco de esta.
Además las autobiografías deben responder a la pregunta “¿Cómo llegó a ser el que es?” (como cuenta Juan Carlos Gorlier),  pero sin embargo yo creo que la respuesta está bastante implícita y desdibujada. Aunque no niego su ausencia en la totalidad.
En estos episodios narra sobre el nacimiento y luego sobre la muerte; el ciclo de la vida podría decirle. Muestra como pasa la vida a su alrededor, los sucesos importantes que le suceden.
Además quería destacar un último elemento que me llamó la atención en el relato: la autora habla como si le estuviera hablando a la otra chica, como dirigiéndose a ella; “ “vas a ser madrina” me dijiste y me rei burlonamente”;  pero luego al final pareciera que le habla a la hija de esa misma chica; “eso fue hasta que te despertaste llorando y te alce”.
Por otro lado, la autobiografía de Hebe Uhart también se distancia un poco de las características canonícas del género ya que  casi ni se nota la presencia de la retrospección en el relato, se remite muy poco a hechos pasados, a su historia, y como bien define Philippe Lejeune, una autobiografía debe ser un relato retrospectivo. Hebe escribe la autobiografía en presente. De esta manera cuenta características de su persona, nombra distintas cosas que le gustan hacer, y cuenta aspectos de su cotidianeidad. Se detiene en detalles que parecieran insignificantes, pero que muestran como es ella y su forma de disfrutar el día a día, los detalles simples de la vida, “Como soy una persona que saca poco partido de la experiencia en cuestiones prácticas y además no me gustan muchas gestiones: administrativas, editoriales, y de dentista, cada vez que debo ir a una editorial nueva a llevar mis cosas o al dentista yo misma me premio”. Se presenta como alguien que está bien con su estilo de vida, he aquí un ejemplo “Vivo en un barrio medio, ni rico ni pobre y así es como me gusta: no desearía ser muy rica ni muy pobre”, también muestra que tiene pocas convicciones, sin embargo no lo presenta como un hecho  que le moleste “tengo muy pocos principios o convicciones firmes, pero si creo que debemos tratar bien a los que tenemos cerca (…)”.
 La imagen que construye Héctor Tizón sobre sí mismo es la de alguien que perdió su esencia, alguien que está muerto por dentro, “Mis derroteros, mis dos caminos quedaron trazados, y comencé a morir, lentamente, hasta hoy”. Él relata su vida como una serie de recuerdos sobre su infancia, enumera distintos sucesos hasta llegar al momento crucial de su vida, el momento que lo hace quien es ahora: un hombre muerto.  En cada párrafo hace mención a otro recuerdo “De mi abuela recuerdo (…)”, “Recuerdo en mis vacaciones de verano(…)” “Después, la visión de Yala en el último vagón(…)”, “Después esa ciudad remota igual a Salta (…)”, “Después yo también tenía casi veinte años y lo leí”. Algo que me llama la atención es que utiliza mucho la palabra “después” al principio de los párrafos, u oraciones. Creo que el autor optó por la repetición  de esta como recurso para mostrar lo efímero del tiempo, lo efímero de su vida, lo rápido que pasó todo y llegó su muerte.
La palabra después es como si un suceso pasara casi seguido a otro anterior, con poco tiempo de distancia. En este caso, Héctor quiere hacer parecer que cosas que pasaron tan distanciadas en su vida, él las sintió como que pasaron rápido, una pegada a la otra, una después de la otra, y así de rápido llego su muerte.
 Con respecto a Alberto Laiseca, él comienza su relato hablando sobre la imposibilidad de que una autobiografía sea del todo sincera.  Luego procede a contar sobre su vida. Relata sobre como era su estilo de vida durante varios años en los que ganaba poco dinero y vivía en pensiones. En cierto punto denuncia las condiciones en las que vivió en las pensiones y los malos tratos de los dueños, “Recuerdo una de las tantas casas de pension: había chinches y cucarachas, sin embargo no me daba el cuero para tener un lugar sin compartir: el dueño me dijo “los lujos hay que pagarlos”. Cuando el tipo me salió con esa yo miré una grieta en la pared (…) y le contesté: “tiene razón señor””, “Una de las primeras cosas que me enseñaron, ya sea trabajando o viviendo en pensiones fue: “si no le gusta vayase””. Decide mostrar una parte de su vida que tal vez fue la más dura, y lo marcó mucho, lo hizo a él como persona.  A partir de la mala relación que tuvo con dos hermanos con los que compartió habitación en una de las pensiones, empezó a escribir uno de sus libros que luego se convertiría en una de sus obras más importantes, “Los Sorias”. “Con los hermanos vivi tres meses. Para escribir la obra tarde diez años”. Aquella época en la que vivió en pensiones fue crucial en su vida, y en especial en su vida como escritor. El proceso que allí comenzaba, lo acompañaría el resto de su vida.
Osvaldo Soriano se presenta como alguien que se identifica con los gatos, se considera a sí mismo como un gato “hay gatos en todas mis novelas. Soy uno de ellos, perezoso y distante”. Toda su autobiografía gira en torno a los gatos. Utiliza el elemento del gato como forma de estructurar su relato. Es decir, lo que le da continuidad al escrito, el hilo conductor; es su historia y relación tan apegada con los gatos. Pongo aquí algunos ejemplos: “El día que naci en la calle Alem de Mar del Plata, había un gato esperando al otro lado de la puerta”, “tuve uno (un gato) llamado Peteco que me sacó de muchos apuros (…)”, “hace cinco meses que ella (la gata) y yo hemos parado de fumar”.
Sus gatos son su fiel compañía y los que le dan sentido a su relato y también a su vida.
Sylvia Molloy escribe con cierto aire nostálgico, angustioso sobre la vida. Se muestra preocupada por el tiempo de vida que le queda “Me impresiona empezar a calcular el tiempo que me queda”, se muestra impaciente, siente que tiene que ganar tiempo de vida. Para ganar tiempo fantasea con vidas paralelas.  Opta por contar sobre sus fantasías, que ante la idea angustiante de la muerte, la sacan de la realidad terrenal y la llevan a otra dimensión.
Cuenta sobre una de sus fantasías, en las que vuelve al lugar de su infancia y vuelve a vivir cosas que había vivido cuando era chica, fantasea con sabores de comidas que le gustaban. Los sabores de su infancia llenan su paladar de recuerdos, de historia, de nostalgia por su vida.
Recuerda a sus padres muertos, recuerda toda la vida que quedó atrás.
En el relato no sigue una línea de tiempo, como si ella hubiera perdido cierta noción del tiempo, ansiosa por ganar tiempo, pierde las dimensiones de este, se vuelven irreales, incomprensibles; “desde hace un tiempo que siento que me ha cambiado la memoria. No es que me olvide de las cosas, es que recuerdo de manera diferente: como si mi memoria hubiera cambiado de retorica y necesitara una escritura nueva.”
Vlady Kocianich se remite a sus orígenes. Cuenta de donde venían su familia paterna y su familia materna. Entre estas dos familias había mucha pica y ella estaba en el medio. Escribe que “Tenía dos años y medio cuando desaparecí nuevamente. Me encontraron en el  fondo de un pozo de cal seca, después de un día de búsqueda.”
Vlady se muestra como una mujer triunfante, que hace lo que le gusta, que vive de lo que ama, y que le va muy bien. Relata como de sus modestos orígenes, como del pozo en el que se calló cuando tenía dos años, llegó a la cima. “No tenia plata para pagarme un taxi en Buenos Aires ni una cena en Bachín, pero en Europa me aloja en los grandes hoteles, comía en los mejores restaurantes y tomaba mi copa de champagne en la Ópera de Viena”,“Un día, con gran fe en mi talento, dejé la revista y sus espejismos de película para dedicarme a escribir. Esa misma fe ha llevado a muchos al suicidio. A mí, a la humildad y a la alegría de estar haciendo lo que quiero.” Se compara con los demás escritores que no triunfaron como ella, y se muestra satisfecha con su posición.
Ricardo Piglia cuenta sus orígenes como escritor. En ese entonces él se había mudado y vivía una parte en La Plata y otra en la ciudad de Buenos Aires. Vivía en hoteles en ambas ciudades y se presenta como que era una persona sin vida personal “vivir en un hotel es el mejor modo de no caer en la ilusión de “tener” vida personal para contar salvo los rastros que dejan los otros”. Luego narra sobre unas cartas que encontró en la habitación del hotel de La Plata y tiempo después encontró las respuestas a esas cartas en el hotel de Buenos Aires.
Es interesante como Piglia acude a contar la pequeña historia con la que se había encontrado en las cartas para hacer referencia a su propia historia. “(…) yo estaba metido en un mundo escindido y que habían otros dos que también estaban metidos en un mundo escindido y pasaban de un lado a otro igual que yo (…)”.
Rodolfo Walsh, en su autobiografía, se da a conocer desde un lugar de inferioridad, de incapaz. se comparaba mucho con la gente que lo rodeaba, quedando siempre él abajo, reducido, descartado, “Mi noviazgo con una muchacha que escribía incomparablemente mejor que yo me redujo a silencio durante cinco años”. “Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que lo cumplió fue mi hermano.” dijo Rodolfo, dejándose en un lugar de incapacidad de elegir por sí solo, más allá de lo que eligiera el hermano, no pudiendo captar su propia esencia.
A lo largo del texto utiliza algunas metáforas interesantes, un ejemplo es “Nací en Choele-Choel, que quiere decir corazón de palo. Me ha sido reprochado por varias mujeres”.
Inti Caporale Leal-Marchena, la estudiante que escribió “sobre una mesa”, escribe en torno a una metáfora: “escribir sobre uno mismo es un poco incomodo, por eso prefiero escribir sobre una mesa”.  La autora juega con los dos sentidos que presenta esta frase: por un lado a escribir con la temática de la mesa; “La mesa sobre la que estoy escribiendo es la misma sobre la que transcurrió mi vida, al menos desde que tengo memoria”. Por otro lado, hace referencia a escribir apoyando el papel sobre una mesa; “Y es sobre esta misma mesa (…)  que estoy escribiendo mi primera “tarea” de facultad (…)”.  Es interesante como la autora se hace de un elemento tan simple como una mesa, y juega con esta para estructurar, darle sentido y continuidad al relato; “Además de para comer, una de las cosas para lo que más usamos la mesa es para dibujar.” La mesa es el hilo conductor de este escrito. Escribe sobre la belleza de lo cotidiano, de lo familiar, de lo casual, del hogar. Un elemento tan simple  guarda tanta vida, historia, mates, trucos, tareas, recuerdos familiares. Cuenta sobre la unión familiar que tenían en su casa, “Las primeras tareas y las últimas. Aunque a medida que pasaba el tiempo cada vez eran menos. Siempre entre todos, porque acá siempre fue así, sigue pasando con las tareas de Alexis, mi hermanito”, además dice que “(…) todo y todos pasaron por esta mesa”. Este objeto representa a su familia, a sus amigos, sus tareas, sus dibujos; en fin, representa su vida.
Si tuviera que elegir cual autobiografía me gusto mas, eligo esta, ya que me gusto mucho como la estudiante jugó con el elemento de la mesa para darle sentido al escrito y me agradó leerla.

Para escribir una autobiografía propia podría tomar elementos prestados de distintas autobiografías. Todas están escritas de forma muy diferentes, y cada una tiene sus propios rasgos que las hace interesantes. Pero en lo personal, lo que más me gustó fue hallar en las distintas narraciones, distintos elementos que le dieran continuidad al relato. Me gustaron más los relatos que tenían un hilo conductor mas explicito. Eh aquí algunos ejemplos:
Por un lado, el relato “Sobre una mesa” tiene como hilo conductor del relato a la mesa. De ahí tomo la idea de direccionar el relato en torno a un objeto, sobre el cual gira el relato.
Por otro lado, Osvaldo soriano también juega con un elemento, que en este caso son los gatos, y al igual que la mesa en el caso anterior, me gustó el rol que ocupaban los gatos en la narración de Osvaldo.
También me parece sugerente la autobiografía de Rodolfo Walsh, ya que este escribe en torno a un aspecto de su personalidad que decide mostrar. Está claro que la personalidad de cada uno es muy amplia e imposible de plasmar enteramente en un escrito; siempre se hace cierto recorte. Lo que me gusta del recorte que hace Walsh es que siempre va por la misma línea de su personalidad, se queda con determinado aspecto y eso le da mucha continuidad al relato. Habla mucho de cómo él se sentía inferior a los demás, como se comparaba con los demás y como las aptitudes de los demás silenciaban las de él.
Por último, tomaría prestada la idea de escribir sobre los sueños, que Sylvia Molloy utiliza en su relato. Me gustaría en mi autobiografía escribir sobre mis sueños, ya que es un elemento muy importante en la historia de mi personalidad. Los sueños muestran lo que a veces los hechos concretos ocultan, los sueños muestran el inconsciente. En los sueños están los deseos, las frustraciones, los miedos; que son muy importantes en una persona, y yo personalmente, siempre los consideré una parte muy importante dentro de mí.

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